Le oí decir esta expresión a algunos en el pasado cuando empezó la construcción de montones de proyectos que han invadido la represa de El Peñol. A diferencia de Acapulco, este embalse esté en una zona que merece más cuidado por parte de EPM y las autoridades ambientales.
No hay agua para tomar. No hay buen alcantarillado y muchas aguas negras terminan en el embalse en donde el deterioro ambiental es abrumador.
No se controla la deforestación y constantemente se destruyen bosques.
Circulan motores más grandes que en Acapulco que causan una erosión impresionante que reduce el volumen de agua.
La carretera provoca llorar. He llegado a las 11 de la noche a la casa, saliendo a las 5 de Guatapé. La vía huele a gallinaza y químicos.
Yo me preguntó a dónde terminan las aguas negras de tantos proyectos nuevos construidos a pocos metros del agua.
El turismo de barcos para bailar reguetón es bastante particular y pintoresco; con jacuzzis y todo. Acapulco es una poma a lado nuestro.
El pobre rio negro, principal afluente del embalse es un chorrito de aguas negras llenas de coli y químicos.
Los helicópteros son la dicha de los que se quieren ir a descansar y dormir hasta tarde. Ojalá el gobernador se tome el tiempo para ir y mirar todo lo que pasa mientras EPM, intocable, se hace el de la vista gorda con la disculpa de que el tema ambiental depende de las corporaciones autónomas que todos sabemos cómo funcionan.
El fenómeno del niño no es nada al lado de esta debacle patrocinada por la ignorancia y la ambición.
Este escrito fue realizado por el reconocido cocinero Álvaro Molina, propietario del restaurante Casa Molina. Esta dedicado a explorar y exaltar los sabores colombianos y a encontrar otras formas creativas de preparar clásicos regionales como los chicharrones y otras preparaciones tradicionales.
