En la noche del 7 de marzo en Medellín, Édinson Rodolfo Rojas, conocido como «Pichi Gordo», fue víctima de un violento ataque sicarial en el barrio El Poblado. Rojas, un cabecilla histórico de las bandas La Terraza y La Oficina, fue asesinado junto a su escolta, marcando el cese de una carrera delictiva que había perdurado durante décadas.
«Pichi Gordo» inició su carrera criminal como sicario bajo el mando de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias «Don Berna», líder paramilitar que controlaba la Oficina de Envigado. Tras la muerte de Pablo Escobar, «Don Berna» asumió el control de la Oficina y reclutó a Rojas, quien rápidamente escaló posiciones hasta convertirse en uno de los principales cabecillas de las bandas criminales La Terraza y La Oficina.
Rojas había sido capturado en 2013 y condenado por homicidio, concierto para delinquir y porte ilegal de armas de fuego, pero obtuvo la libertad condicional en enero de 2020 sin haber cumplido la mitad de su pena. Su liberación desencadenó rivalidades internas dentro de La Terraza, ya que Rojas mantenía conflictos con otros cabecillas de la organización.
El asesinato de «Pichi Gordo» pone fin a una figura controvertida en el mundo criminal de Medellín. Además de su historial delictivo, Rojas fue investigado como presunto autor intelectual de varios homicidios, incluyendo el de dos policías encubiertos en 2012. Sus actividades criminales también lo llevaron a ser incluido en la «Lista Clinton» del Departamento del Tesoro de Estados Unidos en 2014, congelando sus transacciones financieras.
A pesar de su pasado criminal, en los últimos años «Pichi Gordo» participó en eventos de paz entre bandas, representando a su jefe alias «Douglas». Su muerte marca el final de una era en el bajo mundo de Medellín, pero plantea interrogantes sobre el futuro de las estructuras criminales que él representaba.
