2 May, 2024
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Opinión: La paradoja del Oriente: entre la atracción del verde y la contaminación del aire

Opinión: La paradoja del Oriente: entre la atracción del verde y la contaminación del aire
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La situación en el Oriente presenta una marcada paradoja. A pesar de su atractivo natural, caracterizado por el verdor de sus montañas, este territorio se ve amenazado por el crecimiento desenfrenado de condominios, viviendas campestres y unidades residenciales. 

¿Qué curioso, no? ¿Por qué no vemos que necesitamos acciones no solo desde las administraciones, sino también como ciudadanos para cambiar esto? Si consultamos medidores como WAIRA (red de monitoreo ciudadana de la calidad de aire), muchas de las estaciones están en cifras críticas y hasta ahora no evidenciamos acciones claras para lograr controlar estas medidas.

Con una población aproximada de 578,114 habitantes según (CCO,2021), el Oriente enfrenta grandes desafíos de modelo de crecimiento urbano. El incremento constante de estructuras de cemento no solo afecta el paisaje, sino que también agrava problemas ambientales como la contaminación del aire y la pérdida de biodiversidad.

Ante esta situación, es imperativo adoptar enfoques de planificación urbana sostenible. Modelos como una red dual, que buscan consolidar las ciudades en dos vías: conexión desde el componente hídrico y otro desde el componente infraestructura. 

En el primero se pueden evaluar la cohesión de la calidad y cantidad, además de ser un eje estratégico para la planeación de un territorio que debe conversar en materia de conectividad biótica en sus corredores. 

La segunda busca reducir al mínimo la movilidad automovilística, con el fin de potenciar el transporte público, desplazamientos a pie y en bicicleta (Gonzalez, 2002). 

Además, se adiciona un componente de planificación estratégica en donde el reverdecer los espacios públicos se debe convertir en una necesidad latente. De esta manera, debe contemplar la necesidad de que los espacios públicos puedan contener componentes vivos dentro de sus diseños, incentivando el habitar del mismo, pero no solo cumpliendo un fin paisajístico, sino ecosistémico y de reducción de riesgos y amenazas. 

Un componente social, que nace desde la estructura ciudadana con un enfoque participativo, en donde sea la ciudadanía la que direccione la ciudad que quiere ver y habitar, pero de esta manera se busca crear una necesidad de conciencia colectiva, en donde se cuestione el porqué de las cosas, pero al mismo tiempo se permita la construcción ciudadana, desde una voluntad política, que los ciudadanos sepan cómo está su ciudad y como pueden mejorarla, además de contar con unos estándares mínimos de confort para habitarla, con visiones de calidad de vida (ruido, emisiones, seguridad, etc.), que los espacios públicos como escenario privilegiado de la vida ciudadana, elementos atractivos y seguros para el peatón, diversidad, variedad, resguardados de las inclemencias atmosféricas, con calidad morfológica y variedad tipológica (Higueras, 2013).

Es una crítica contundente a la falta de acción por parte de las administraciones en la planificación urbana para abordar el cambio climático y conservar los entornos naturales en el Oriente. Se destaca cómo la atracción de esta región por su belleza natural se ve socavada por el rápido desarrollo urbano, caracterizado por la construcción de condominios y viviendas campestres que están destruyendo el paisaje verde de las montañas. 

Este desarrollo descontrolado está exacerbando problemas ambientales, como la contaminación del aire y la pérdida de biodiversidad. A pesar de estos desafíos, es lamentable la falta de medidas concretas por parte de las autoridades para abordar esta situación y planificar de manera consciente el crecimiento urbano.

La situación descrita revela una profunda contradicción en la forma en que se desarrolla el Oriente. Aunque se valora su atractivo natural, la aceleración en la construcción de condominios y viviendas campestres está degradando rápidamente este paisaje. Es evidente que se necesitan acciones urgentes tanto por parte de las autoridades como de los ciudadanos para revertir esta tendencia.

Una solución clave es la adopción de modelos de planificación urbana sostenible, como la propuesta de una red dual de ciudades mencionada en esta columna. 

Este enfoque, que prioriza la conexión hídrica y la reducción de la movilidad automovilística, puede ayudar a preservar los recursos naturales y a mitigar los efectos negativos del crecimiento urbano descontrolado.

Sin embargo, más allá de las medidas a nivel estructural, es esencial fomentar una cultura de responsabilidad ambiental y participación ciudadana. Nosotros los habitantes del Oriente debemos ser conscientes del impacto de nuestras acciones en el medio ambiente y en la calidad de vida de las generaciones futuras. Esto implica no solo exigir a las autoridades medidas efectivas de protección ambiental, sino también adoptar prácticas individuales más sostenibles, como el uso responsable de recursos, la preferencia por medios de transporte no contaminantes o la vigilancia de las acciones presentadas por las industrias.

Además, se requiere una mayor transparencia y participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones urbanas. La reciente falta de involucramiento de los ciudadanos en el Plan de Ordenamiento Territorial (PBOT) de La Ceja en 2023 es un ejemplo de esto. Los habitantes deben tener voz en la planificación y gestión de sus ciudades, asegurando que se prioricen el bienestar común y la preservación del entorno natural. 

En conclusión, para abordar la paradoja del Oriente, es necesario combinar medidas estructurales de planificación urbana sostenible con mayor conciencia y participación ciudadana. Solo así podremos garantizar un desarrollo armonioso que respete tanto el medio ambiente como el bienestar de sus habitantes.

Referencia: Gonzalez, M. (2002). La ciudad sostenible, planificación y teoría de sistemas. 

Higueras, E. (2013). La ciudad como ecosistema urbano.

Opinión 

Kevin Jiménez