9 May, 2024
Cocorná Noticias

Pepe: el amo y señor del parque de Cocorná

Pepe: el amo y señor del parque de Cocorná
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A Pepe el gato sus dueños lo han llevado cinco veces de vuelta a casa, pero él se ha devuelto las mismas veces para el parque de Cocorná que él decidió es su verdadero hogar: puede pasar dos o tres horas en la mesa de la tienda La Bodeguita, tan dormido que los turistas le preguntan a don Jaime que si está muerto.

Pepe está dormido, responde Jaime Gutiérrez, el dueño de la tienda y uno de sus cuidadores. Los gatos duermen 18 horas, los tranquiliza.

Ese lado del parque es la casa de Pepe: en la esquina, que hay otra tienda, se sube a un estante alto como una nevera a comérsele la comida a un perro y a veces duerme allí o vigila lo que pasa en las mesas. En el siguiente local está la agropecuaria, donde tiene comida a disposición y donde está su veterinario personal, Andrés Felipe Gómez Gutiérrez, que lo mantiene desparasitado y lo revisa cuando llega despeinado por alguna pelea. La silla del gerente es su lugar preferido y a veces se le da por atender cerca a la caja registradora: al lado están las galletas.

Dos casas después sigue el Almacén de Variedades, donde duerme en las vitrinas como un peluche en venta, aunque le encanta hacerse al lado del datáfono.

Pensamos que nos estaba haciendo espionaje, porque miraba aquí las transacciones y luego se iba para el Comando de la Policía, confiesa Jaime mientras le soba la cabeza a Pepe, que no abre los ojos. Sigue dormido en la mesa, ni se inmuta cuando le mueven la mano, juegan con la cola o le tocan la barriga (a los gatos que no les gusta que les toquen la barriga porque se sienten desprotegidos).

En La Bodeguita también tiene silla preferida, pero allá va es a tomar agua. Nada más. La coquita tiene que estar limpia y el agua que le gusta es la del botellón de Cristal. Así que por la mañana llega, va hasta la coca del agua, mira a Jaime para que se la lave, espera, toma. Y entonces vuelve a su rutina: las mesas, la vitrina, comer en la veterinaria.

El desayuno es temprano, le ayuda a Andrés Felipe a empujar la puerta para que abra la agropecuaria a las siete de la mañana. Poco va a la iglesia, pero sí se asoma por el parque. Antes de elegir este lado le gusta pasearse con el señor que vende minutos y todavía está entre sus actividades acompañar a los viejitos que juegan en la plaza.

En el día se deja tocar de las personas, que pasan a saludarlo. A veces es su dueña anterior, que ya se echó al dolor, y va y se sienta con él un rato en una de las mesas. Ella lo llama y él va, pero si le dicen que se lo van a llevar, se esconde, dice Jaime, si bien el dueño original, Gildardo Giraldo, cuenta que a veces se lo llevan para que no pierda la costumbre, y que Pepe pasa dos o tres días y luego regresa. Siempre que se lo llevan, aclara, les avisa, porque a ese gato lo cuidan mucho los de la cuadra, y ya se lo han querido llevar desconocidos.

Al principio Pepe no tenía collar y un día llegó pero estaba raro. Era un gato querido, si bien no tan perezoso ni tan cariñoso y no pidió que le lavaran la coca del agua. Les pareció extraño, solo que era Pepe, cómo no si tenía los ojos verdes, las manchitas, estaba igual de flaco. No había duda, pero se equivocaron: los vecinos habían traído un gato igual a Pepe, y habían cogido a Pepe por error y lo habían encerrado en una de las piezas para que no se les volara, y el impostor, como le llaman ya, estaba de lo lindo haciéndose pasar por él.

Cuando Pepe salió por fin, muy enojado, dice don Jaime, le sacó las uñas al impostor, qué pesar, Pepe no es agresivo, pero sacó al otro gato, y ellos decidieron que le debían poner un collar. Además porque los turistas pasan por ahí pensando que no tiene dueño y ya lo han tenido que bajar de algún carro, y no, Pepe tiene dueño: Pepe es el gato de Cocorná.

Fuente: El Colombiano