
Hoy, 28 de abril de 2025, al conmemorar el cuarto aniversario del estallido social en Colombia, es imposible no reflexionar sobre lo que significó aquel movimiento para la sociedad colombiana. Hace cuatro años, las calles se llenaron de ciudadanos exigiendo cambios profundos frente a la reforma tributaria del gobierno de Iván Duque, lo que rápidamente dio paso a un amplio espectro de protestas que abarcó una variedad de demandas sociales.
Sin embargo, no solo se trató de la indignación frente a políticas públicas. El estallido social también se politizó de manera intensiva. Las manifestaciones, que en su origen reflejaban el descontento popular, rápidamente se convirtieron en un campo de batalla para diversas fuerzas políticas, cada una buscando capitalizar sobre la situación. La protesta fue impulsada por movimientos sociales, pero también por actores políticos que la utilizaron para ganar terreno y cuestionar al gobierno, generando una polarización que aún persiste.
Cuatro años después, la situación parece haber tomado otro giro. Aunque reformas similares a las de 2021 continúan surgiendo, la falta de movilización social es palpable. La misma clase política que, en su momento, se mostró tan receptiva a las demandas de las calles, parece ahora ignorar los llamados de los sectores más vulnerables, mientras que las protestas han disminuido considerablemente. La pregunta que surge es: ¿Dónde están hoy las voces que antes clamaban por cambios? La desafección política y la fatiga social parecen haberse apoderado de la ciudadanía, que, aunque aún enfrenta problemas estructurales, parece desilusionada ante la falta de resultados concretos tras las grandes movilizaciones.
Hoy, en este aniversario, es importante reflexionar sobre cómo las reformas y demandas de justicia social siguen siendo necesarias, pero también sobre cómo el clima político ha cambiado. La politización excesiva de las protestas, junto con la falta de compromiso genuino por parte de muchos actores políticos, ha generado una desconfianza generalizada, donde las reformas que antes provocaban miles de personas en las calles ahora parecen pasar desapercibidas, como si la lucha por un país más justo hubiera perdido fuerza.
Este aniversario no solo es un recordatorio del pasado, sino una llamada de atención para que no se pierdan de vista las necesidades de la sociedad y la importancia de mantener vivo el diálogo y el compromiso por la justicia social. A veces, la apatía es tan peligrosa como la represión, y el desafío sigue siendo encontrar maneras efectivas de exigir que las políticas públicas respondan realmente a las necesidades de todos los colombianos, sin que se pierdan en la polarización y la lucha política.