La mañana del viernes 11 de abril amaneció gris y con el cielo desgarrado sobre Rionegro. Desde horas de la madrugada, las lluvias no daban tregua, provocando emergencias en varios sectores del municipio. En medio de la tensión por deslizamientos, evacuaciones y vías bloqueadas, un acto de humanidad en el Puente Mejía se convirtió en símbolo de esperanza en medio del caos.
Allí, en un rincón olvidado cerca de la ciclovía que conecta el barrio El Porvenir con Vegas de la Calleja, un perro temblaba de miedo. Se encontraba atrapado en un improvisado “cambuche”, rodeado por el creciente caudal que amenazaba con arrastrarlo. No había nadie con él. Sus supuestos cuidadores no estaban y la corriente crecía a su alrededor.
Fue entonces cuando una voz solidaria se alzó entre los vecinos: “¡Hay un perrito atrapado!”. La alerta llegó hasta el Centro de Monitoreo y Control, y poco después, los Bomberos de Rionegro, ya exhaustos por atender otras emergencias, se desplazaron hasta el lugar. Con cuerdas, paciencia y empatía, lograron rescatar al can, un cruce de pitbull de mirada desconcertada y patas temblorosas. No puso resistencia, solo se dejó cargar, como quien finalmente se siente a salvo.
Tras el rescate, el animal fue entregado al CEIBA para recibir atención y refugio, mientras decenas de personas aplaudían el acto desde redes sociales y ventanas.
Una emergencia con rostro humano
Ese mismo día, otras escenas se desarrollaban en paralelo. En el barrio Las Playas, 74 familias fueron evacuadas preventivamente ante el riesgo de inundaciones. La Secretaría de Salud, junto a psicólogas y enfermeras, brindó acompañamiento emocional y atención médica. Mientras tanto, la maquinaria amarilla abría paso en El Tablazo y El Progreso, buscando restablecer la movilidad interrumpida por taludes y lodazales.
Cada vida importa. Cada rescate cuenta. Rionegro no solo está atendiendo emergencias, está demostrando que la empatía también puede ser política pública.
Porque en medio del lodo y el agua, las historias de solidaridad brillan con más fuerza. Como la del perro rescatado en Puente Mejía, que encontró en unos brazos desconocidos el calor que le faltaba, y nos recordó a todos que, incluso en la emergencia, hay lugar para la compasión.
